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sábado, 16 de mayo de 2009

OBRA MISIONAL PONTIFICIA DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA MISIONERAS

Semblanza:

La Obra de la Santa Infancia fue fundada en 1843 por Mons. Carlos Augusto Forbín Janson, Obispo de Nancy (Francia), sobre el modelo de la Obra de la Propagación de la Fe, motivado por las cartas y noticias de misioneros que le escribían sobre todo desde China. La originalidad del proyecto de Mons. Forbin Janson se puede apreciar en el lema: "AYUDAR A LOS NIÑOS A TRAVÉS DE LOS NIÑOS".

Mons. Forbin Janson (1775-1844), nació en París en el seno de una ilustre familia. Después de haber sido auditor del Consejo de Estado, entró en el seminario de San Sulpicio de París; hoy le llamaríamos una vocación tardía. En sus afanes apostólicos por promover la vida cristiana en las ciudades y pueblos de Francia, descristianizados por la revolución, muy pronto se unión al P. Rauzan, fundador de las misiones internas de Francia.

Sin embargo, y a pesar de la situación calamitosa que veía en su propia patria. su espíritu abierto a la universalidad de los horizontes de la Iglesia se sentía fuertemente interpelado por las noticias que, desde las lejanas misiones de Oriente, enviaban los misioneros. Hasta tal punto era grande su inquietud misionera que, obligado a abandonar en 1830 la diócesis de Nancy, de la que era obispo desde 1823, se dirige a Norteamérica con la intención de pasar a China, en cuanto las circunstancias se lo permitiesen. No pudo, sin embargo, ver realizado su deseo. Crece entonces en él el anhelo albergado desde hacía años en su corazón: poner en marcha una obra que, sin perjudicar a la de la Propagación de la Fe, se preocupara especialmente de remediar la desgraciada suerte de tantos niños de las misiones.

En el año 1842 se encuentra en Londres con Paulina Jaricot, por cuya obra había sentido un gran interés desde el principio. Es entonces cuando su proyecto toma cuerpo en la Obra de la Santa Infancia, concebida en su origen como la Obra Infantil de la Propagación de la Fe; en ella los niños cristianos, con su oración y una pequeña aportación económica mensual, tomarían a su cargo el ayudar a los niños necesitados de todo el mundo, cualquiera que fuese su raza y religión. De manera tan simple, la más importante institución infantil de dimensión universal, en la que, además, los niños son los protagonistas, estaba ya en marcha.

A partir de ese momento, se entrega de lleno a la difusión de la Obra que, por su simpatía y por los valores que encierra para la educación de la fe, encuentra inmediatamente una gran acogida. El 19 de mayo de 1843 se reúne en París, el primer comité directivo y, poco después, se fijan sus objetivos.

Salvar de la muerte y la miseria la vida de los niños.
Darles el Bautismo y una educación cristiana.
Prepararlos para ser apóstoles de los demás niños.

En su visita a Bélgica, halló una gran colaboración para la extensión de la Obra en quien después sería León XII y, a la sazón, desempeñaba el cargo de nuncio del Papa en aquella nación: Joaquín Pecci. Sólo un año después de su fundación, cuando muere Forbin Janson, la Obra de la Santa Infancia se halla establecida en 65 diócesis y, después de su muerte, se extiende rápidamente no sólo en los países de larga tradición cristiana. Es simpático, en este aspecto, saber que los primeros sacerdotes autóctonos de Uganda, ordenados en 1913, fueron de niños miembros de la Santa Infancia.

Desde sus comienzos, esta Obra ha sabido demostrar con claridad que la animación misionera de los niños lleva en su entraña la renovación, el dinamismo y la apertura de las comunidades cristianas. Sus estructuras se han multiplicado a través de una red de responsables de base; está, por otra parte, el recurso de los educadores de los niños, estos, son la garantía de que su acción desembocará tanto en una mayor vitalidad de la Iglesia como en la construcción de una sociedad humana respetuosa de los derechos de los más débiles y abierta a todas las diferencias de razas y situaciones sociales.

Alentada por todos los papas desde Gregorio XVI hasta Juan Pablo II, la Infancia Misionera ha sabido adaptarse en su trayectoria histórica a la evolución de las mentalidades con el fin de conseguir su objetivo primario: formar a los niños para que, por su cooperación, sean capaces de contribuir a la llegada del Reino de Dios a toda la humanidad.

Su Santidad, Pío XI, elevó la Obra a la categoría de Pontificia el 3 de mayo de 1922, y el 4 de diciembre de 1950 Pío XII estableció la Jornada Mundial de la Santa Infancia (Jornada DOMINF) que en México se celebra el tercer domingo de febrero de cada año.

Naturaleza y Objetivos:
En la Iglesia existen numerosos movimientos de organismos infantiles, tanto de carácter general como específicamente misioneros. La Infancia y Adolescencia Misioneras tienen identidad específica por ser una de las cuatro Obras Misionales Pontificio Episcopales que gozan de estatutos aprobados por el Santo Padre.

Esta obra trata, ante todo, de cultivar en los niños y adolescentes el espíritu misionero, despertando su interés por la misión de la Iglesia. Una forma de cooperación misionera, es ayudar a financiar proyectos destinados a socorrer a los niños más necesitados de los territorios de misión.

Es una OBRA, no un simple movimiento misional o una actividad apostólica transitoria. Es una organización con bases sólidas, con su estatuto jurídico aprobado por la Santa Sede, insertada en la Pastoral de Conjunto bajo la dependencia de la Jerarquía Eclesiástica.

MISIONAL en el sentido propio de la expresión que señala el Concilio Vaticano II: Educa a los niños y adolescentes, en el espíritu misionero universal, para compartir su fe y sus bienes con los niños y adolescentes de las Iglesias nacientes y en formación, como consecuencia del compromiso bautismal.

PONTIFICIO EPISCOPAL, es decir, aprobada expresamente por el Papa como Obra evangelizadora misional y puesta bajo su dependencia. Es una organización de la Iglesia Universal y bajo la autoridad del Papa. En cada país la orientan e impulsan los Obispos y los Directores Nacionales Pontificio Episcopales. En cada diócesis depende del propio Obispo y del Director Diocesano de OMPE, en quien el Obispo delega esta responsabilidad.

La obra Pontificia de la Infancia y Adolescencia Misioneras tiene como Objetivo General: ¡Ayudar a los educadores a despertar progresivamente en los niños y adolescentes una conciencia misionera universal y a moverles a compartir la fe y los medios materiales con los niños de las regiones y de las Iglesias más necesitadas"! (Est. III, 17).

Para realizar el Objetivo General, la Infancia y Adolescencia Misioneras se propone estos cuatro objetivos específicos:

Ayudar a los educadores a despertar progresivamente la conciencia misionera universal en los niños y adolescentes, sin la cual, la fe no puede ser auténticamente cristiana. Estos educadores son principalmente los padres de familia, sacerdotes, maestros, religiosos y religiosas, catequistas y todos los que, de algún modo, son responsables del crecimiento y maduración de la fe en los niños.

Favorecer las vocaciones misioneras: es una de las grandes inquietudes que tiene la Obra. El mejor don, la máxima ayuda a las Iglesias y a los niños y adolescentes no cristianos, es ir hasta ellos, a imitación de Jesús, que no sólo nos dio sus enseñanzas, sino sobre todo, su vida: se entregó por nosotros.

Promover la cooperación espiritual para las misiones: oración, una vida cristiana ejemplar, sacrificios personales y ejercicios de la caridad con las pequeños, los pobres, los enfermos, etc.
Ayudar económicamente al sostenimiento de las Obras Misioneras en favor de los niños y adolescentes.

Estatutos:
Es necesario saber cómo la Obra de la Infancia Misionera se enmarca dentro de la inquietud general de las Obras Misionales Pontificias: "infundir en los católicos desde la infancia el sentido verdaderamente universal y misionero" (AG. 38). Para ello y como base de nuestra exposición nada mejor que recoger lo que se dice en los Estatutos de las Obras Misionales Pontificias:

La Obra Pontificia de la Infancia y Adolescencia Misioneras es un servicio de las Iglesias particulares que trata de ayudar a los educadores a despertar progresivamente en los niños y adolescentes una conciencia misionera universal y a moverles a compartir la fe y los medios materiales con los niños y adolescentes de las regiones y de las Iglesias más desprovistas a este respecto. Desde su origen, la Obra ha contribuido al despertar de vocaciones misioneras (Est. III, 17).

Las cuotas y las ofrendas de los niños de todos los países contribuyen a formar un fondo de solidaridad que tiene por fin ayudar a las obras y a las instituciones en favor de los niños más pobres (Est. III, 18).

La Obra tiene una función profundamente educadora, y por lo tanto, deberá adaptarse a los imperativos pedagógicos en sus métodos de formación misional y de llamadas a la generosidad. Al despertar la conciencia misionera de los niños y adolescentes, deberá adaptarse a su mentalidad, a su edad, a su ambiente y a sus posibilidades. Bien sea que se sirva de sus propios medios o de las estructuras ya existentes de la catequesis, la Obra ha de integrarse siempre en la Pastoral de Conjunto de la educación cristiana, dándole una apertura misionera (Est. III, 19).

Teniendo en cuenta las posibilidades locales, la Obra organiza anualmente una jornada universal de los niños. Con ocasión de esta jornada, ha de orientarse la atención de los mismos hacia las necesidades espirituales y materiales de los niños y adolescentes de todo el mundo, animándoles a correr en su ayuda con las propias oraciones, sacrificios, ofrendas y ayudándoles a descubrir la imagen de Jesucristo. Llamando la atención sobre las necesidades de los niños materialmente pobres, no se olvidará señalar sus riquezas en valores espirituales. Abriéndose unos a otros, los niños y adolescentes aprenderán a conocerse, a amarse como iguales y a enriquecerse mutuamente (Est. III, 20).

Partiendo de estos objetivos y formulando su espíritu en una terminología más actual, ha sido Juan Pablo II quien, en su mensaje con motivo del Año Internacional del Niño, ha expuesto el gran valor y , al mismo tiempo, la identidad de la Obra de la Infancia Misionera, al definirla como "una verdadera red de solidaridad humana y espiritual entre los niños de los antiguos y nuevos continentes". De ahí que, en toda su acción educadora, la Infancia Misionera tenga como objetivo la creación y evolución de esta conciencia en los niños y adolescentes y, conjuntamente, la promoción y oferta de unos cauces a través de los cuales poder vivirla responsable y comprometidamente.

Se mueve, pues, la Infancia Misionera en toda su acción en el marco de la educación para una auténtica solidaridad evangélica. Esta, según se desprende de las mimas palabras del Papa, no se reduce a conocer las situaciones de injusticia o carencia en que malvive en el mundo un gran porcentaje de niños y adolescentes. No basta con ésto para que un cristiano sea y se sienta verdaderamente solidario con ellos desde la perspectiva de la fe. En la encíclica sobre la "Misión del Redentor" lo ha expresado el Papa diciendo que "los pobres tienen hambre de Dios y no sólo de pan y libertad" (83). La solidaridad evangélica se vive cuando el cristiano, además de preocuparse en razón del amor a los hermanos por cooperar al sostenimiento de "las obras de caridad, de educación y promoción humana, campo inmenso de acción en los países pobres especialmente" (Rmi. 81), siente "como parte integrante de su fe la solicitud apostólica de transmitir a otros su alegría y su luz"; solicitud que debe convertirse" en hambre y sed de dar a conocer al Señor, cuando se mira abiertamente hacia los inmensos horizontes del mundo no cristiano" (Rmi. 40).

La mayor y mejor riqueza que posee el cristiano es su fe en Jesucristo, que le lleva a saberse hijo de Dios y hermano de todos los hombres. No sólo ha de agradecer gozosamente este don gratuito del Padre-Amor que da sentido total a su vida, actitud en la que también educa la Infancia Misionera, sino que, además, es el primer y principal don que ha de desear compartir con quienes aún no Le conocen ni Le temen.

ACCION PEDAGOGICA
:
La Infancia Misionera, como el resto de las Obras Misionales Pontificias, ha hecho girar la animación misionera sobre los ejes de la información, formación y cooperación; a través de ellos, los niños y adolescentes se comprometen y participan responsablemente en la vida del mundo y de la Iglesia.

En primer lugar, y mediante una información formativa, trata de abrir los horizontes de la vida de los niños y adolescentes hacia la geografía humana universal, dándoles a conocer la vida de los de otras latitudes y razas en el contexto de su situación humana, social y cultural. No se queda ahí, empero, esta vertiente de la acción pedagógica de la Infancia Misionera; pretende, además, que descubran todos aquellos valores que encierran las culturas de otros pueblos y con los que pueden enriquecerse y crecer en "humanidad". De esta manera, se pretende desmontar la idea de que la riqueza y pobreza tienen unos parámetros puramente económicos y materiales. Nuestro mundo rico padece también muchas pobrezas, que es necesario superar.

La IAM, ayuda a obtener tal conocimiento humano de estos niños y adolescentes tiende, por otra parte, a provocar una estima cordial hacia ellos; es decir, propicia una apertura del corazón, capaz de acoger a todos ellos en amor " a lo divino", sin límites ni fronteras. Esta Obra, desde la fe, tiene una primera expresión: mostrar a Jesús, desde la oración y el sacrificio, el deseo ardiente de que lleguen a compartir la misma fe y puedan vivir el gozo de la fraternidad universal en el seno de la gran familia de los hijos de Dios: la Iglesia. La Infancia Misionera fomenta el sentido y vivencia de la súplica evangélica haciendo propio el proyecto salvífico universal de Dios.

Otra expresión de esa acogida cordial es el compromiso real a compartir con niños y adolescentes del mundo entero los bienes materiales y económicos que aquí se poseen y de los que ellos carecen. Las múltiples necesidades en el campo de la educación, de la salud, de la vivienda, de la promoción, del desarrollo, de la defensa de las libertades y derechos humanos; las no menos numerosas que plantea el mismo anuncio del Evangelio, el mantenimiento de las Iglesias jóvenes y misioneras, las escuelas de catequistas y organización de la catequesis, la formación de los futuros sacerdotes y religiosos, etc, etc. plantean y exigen dar efectividad al amor en ayudas concretas para su solución. La generosidad gratuita, sin búsqueda de compensaciones, es, pues, otro de los valores que suscita la pedagogía de la Obra de la Infancia Misionera .

El compartir, como indicamos más arriba, tiene también otra proyección en la línea propuesta por Juan Pablo II en su encíclica misionera: "Cooperar con las misiones quiere decir no sólo dar sino también saber recibir; todas las Iglesias particulares, jóvenes o antiguas, están llamada a dar y recibir en favor de la misión universal y ninguna deberá encerrarse en sí misma" (Rmi. 85).

No menos plausible sino todo lo contrario es la inquietud, siempre viva a través de toda la trayectoria histórica de Infancia Misionera, de sembrar entre sus miembros la semilla de la vocación misionera. Aquí está. como ha dicho Juan Pablo II, "el corazón de la cooperación: el anuncio del Evangelio requiere anunciadores, la mies necesita obreros, la misión se hace sobre todo con hombres y mujeres consagrados de por vida a la obra del Evangelio, dispuestos a ir por todo el mundo para llevar la salvación" (Rmi. 79). Entre los muchos misioneros que las Iglesias de antigua tradición cristiana han aportado a la evangelización universal durante estos más de ciento cincuenta años de vida de la Infancia Misionera, un buen número de ellos, al reflexionar sobre los orígenes de su vocación, los encuentran en sus años de entrega "infantil" a la misión ad gentes.

Y todo ello lo lleva a cabo esta Obra:

Sin huidas del entorno real y concreto en que viven y se desarrolla la educación de la fe de los niños y adolescentes. Un compromiso con los "lejanos" no se puede vivir sin una activa preocupación por los "cercanos". De ahí el que la Infancia Misionera promueva la presencia de niños y adolescentes en el contexto de movimientos, asociaciones y actividades implicadas en la acción pastoral de las Iglesias particulares para afrontar y solucionar los problemas de la sociedad en la que viven su fe.

Y desde la convicción, fortalecida en la experiencia, de que los niños y adolescentes son capaces de crear un espacio de amor oblativo y fraternal, una comunidad solidaria en el compartir, no sólo en el ámbito concreto de su vivir diario, sino con dimensiones de universalidad.
En efecto; cuando el niño y el adolescente van creciendo en una conciencia integral de su vocación bautismal, se sienten no sólo enviados a su medio como anunciadores de una "Buen Nueva", sino que, además, saben que, mediante ese anuncio, son capaces de transformar su comunidad familiar, escolar y de amigos, haciendo de ellas una comunidad de amor. Cuando la educación en la fe es verdaderamente eclesial, el niño y el adolescente adquieren un sentido insospechado de solidaridad que les lleva a una maravillosa comunión misionera - como enviados y testigos - con otros niños y adolescentes tanto próximos como lejanos.

Dado su carácter educativo en la dimensión misionera de la vocación cristiana, busca el integrar su actividad y fines específicos en las estructuras existentes en la pastoral ordinaria de las Iglesias: catequesis parroquiales, formación religiosa en los colegios, pastoral vocacional, etc.
Para lograr esta finalidad las OMPE por medio de la Obra de la Infancia y Adolescencia

Misionera ofrece los siguientes servicios:

Programas
DOMINF:
La Jornada DOMINF se prepara y se celebra el tercer domingo de febrero. Para tal ocasión, y teniendo como modelo la celebración del DOMUND, se elabora y se distribuye un cartel alusivo en todo el país, así como un material de apoyo con dimensión misionera.

CONIAM:
Cada dos años se celebran los Congresos Nacionales de la Infancia y Adolescencia Misioneras (CONIAM) teniendo como objetivo principal incrementar la animación misionera en la niñez y adolescencia mexicanas para lograr, con María, una mayor cooperación al servicio de la Iglesia Universal en su exigencia de hacer presente a Cristo en todo el mundo.

Revista Sembradores:
Mensualmente se edita la revista Sembradores que es el medio de información, formación y comunicación con los miembros y simpatizantes de esta Obra.

ESAM:
Escuela de Animadores Misioneros, con la finalidad de dar a los animadores una capacitación teológica, espiritual y metodológica para realizar mejor su servicio misionero a los niños y a los demás animadores.

Otros Servicios:
Por medio de la IAM se apoya la realización de charlas, retiros, jornadas, cursos para animadores, ejercicios espirituales, conferencias a nivel diocesano, con explícita dimensión misionera.

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ANIMACION MISIONERA

COLABORÓ CON LAS OMPE DE 2005 A 2016

LAS OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS EPISCOPALES.
LAS OMPE Depende de la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos, para "Promover el espíritu misionero universal en el Pueblo de Dios" (RM 84).

COLABORO CON
La Comisión Diocesana de Animación Misionera de la Arquidiócesis de Yucatán, México. período de 2005 a 2016.

Plan Diocesano de la Comisión de Animación Misionera
OMPE-YUCATAN

Plan Diocesano de la Comisión Diocesana de Animación Misionera

Objetivo:
La Comisión de Animación Misionera promueve en forma sistemática en todos los bautizados, la conciencia de su adhesión a Cristo, salvador del mundo, animándolos a iniciar un camino de conversión en las PCP’s. y a difundir como discípulos-misioneros el mensaje de Salvación.

Jornada de la Infancia Misionera 2006 "Encuentro de Pequeños Misioneros"

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SONRIA PADRE, SONRIA... QUE DIOS LOS BENDIGA!!

Jornada de la Infancia Misionera 2008 "Encuentro de Pequeños Misioneros"

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CONAJUM,Tepic, Nayarit 2009

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Congreso Eucarístico

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