Arquidiócesis de Yucatán
DIMENSIÓN DE ANIMACIÓN MISIONERA
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Tel 9 23 73 67 y 9 86 00 79
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–
“Celebración
de la vida y santidad” Noviembre
2015
RELEXION PARA GRUPOS APOSTOLICOS Y/O CP
A través de los EPAPs y/o EPAMs
Reflexión “Sta. Teresita y San Francisco
Xavier, ejemplos de Santificación en Comunidad”.
Núcleo problemático No. 2 y 3
Carteles o mural: para ambientar el lugar de reunión:
Santa Teresita del Niño Jesús
"La santidad consiste en la disposición del corazón."
"¡Cuántas almas llegarían a la santidad si fuesen bien
dirigidas...!
"¡Qué grande es el poder de la oración!"
Bienvenida: Animador: Bienvenidos
hermanos vamos a reflexionar (esta tarde/noche) acerca del tema de este mes en
el que celebramos la vida y la santidad.
Oración: POR LAS MISIONES
Oh Santa Teresita del Niño
Jesús, que has sido justamente proclamada Patrona de las Misiones de todo el
mundo: acuérdate de los ardentísimos deseos de mostrarte, cuando vivías en la
tierra, de querer plantar la Cruz de Jesucristo en todas las
naciones, y anunciar el Evangelio hasta la consumación de los siglos.
Te suplicamos que ayudes, según
tu promesa, a los sacerdotes, a los misioneros y a toda la Iglesia.
Así sea.
Santa Teresita del Niño Jesús
¡Ruega por nosotros!
Canto: Misionero del CD CONAMI 2005
ANIMADOR: LA SANTIDAD.- La santidad no es un privilegio de unos
pocos, sino un deber de todos. Y, si Dios quiere que seas santo, ¿por qué tú no
lo vas a querer? ¿Crees que es muy difícil? Para ti solo, es imposible, pero no
olvides lo que dice Jesús: “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5), pero “todo
es posible al que cree” (Mc 9,23). Por eso, San Pablo afirma: “Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece” (Fil 4,13).
DIOS TE QUIERE SANTO.- Dios, tu Padre, que te ha creado, quiere lo mejor para ti Y, por eso, quiere que seas santo. La voluntad de Dios es tu santificación (1 Tes 4,3). Dios te eligió desde antes de la formación del mundo para que seas santo e inmaculado ante Él por el amor (Ef 1,4). Por eso, en la Biblia, que es una carta de amor de Dios, se insiste mucho: “Sed santos, porque yo vuestro Dios soy santo” (Lev 19,2; 20,26). Y Jesús nos dice: “Sed santos como vuestro Padre celestial es santo” (Mt 5,48). Así que tú y yo, y todos "los santificados en Cristo Jesús, estamos llamados a ser santos" (l Co 1,2). El mismo Catecismo de la Iglesia Cató1ica nos habla en este sentido: "Todos los fieles son llamados a la plenitud de la vida cristiana" (Cat 2028). "Todos los cristianos, de cualquier estado o condición están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad" (Cat 825).
-El primer paso para ser santo es querer ser santo. Reconocer que somos pecadores y nos falta mucho, pero decir claramente y sin vergüenza: “Quiero ser santo”. Personalmente Santa Teresa de Jesús nos habla de que hay que tener una "determinada determinación", una decisión seria de querer ser santos. Eso supone una decisión firme de evitar todo lo que ofenda a Dios y a los demás y querer ser siempre sincero, honesto, honrado, responsable... Una vez que estás bien encaminado y deseas amar a Dios sobre todas las cosas, no debes angustiarte por no ver avances importantes, pues la santidad es un regalo de Dios que debes pedir también humildemente todos los días.
DIOS TE QUIERE SANTO.- Dios, tu Padre, que te ha creado, quiere lo mejor para ti Y, por eso, quiere que seas santo. La voluntad de Dios es tu santificación (1 Tes 4,3). Dios te eligió desde antes de la formación del mundo para que seas santo e inmaculado ante Él por el amor (Ef 1,4). Por eso, en la Biblia, que es una carta de amor de Dios, se insiste mucho: “Sed santos, porque yo vuestro Dios soy santo” (Lev 19,2; 20,26). Y Jesús nos dice: “Sed santos como vuestro Padre celestial es santo” (Mt 5,48). Así que tú y yo, y todos "los santificados en Cristo Jesús, estamos llamados a ser santos" (l Co 1,2). El mismo Catecismo de la Iglesia Cató1ica nos habla en este sentido: "Todos los fieles son llamados a la plenitud de la vida cristiana" (Cat 2028). "Todos los cristianos, de cualquier estado o condición están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad" (Cat 825).
-El primer paso para ser santo es querer ser santo. Reconocer que somos pecadores y nos falta mucho, pero decir claramente y sin vergüenza: “Quiero ser santo”. Personalmente Santa Teresa de Jesús nos habla de que hay que tener una "determinada determinación", una decisión seria de querer ser santos. Eso supone una decisión firme de evitar todo lo que ofenda a Dios y a los demás y querer ser siempre sincero, honesto, honrado, responsable... Una vez que estás bien encaminado y deseas amar a Dios sobre todas las cosas, no debes angustiarte por no ver avances importantes, pues la santidad es un regalo de Dios que debes pedir también humildemente todos los días.
¿Lo pides de verdad y con sinceridad? Déjale a Dios que escoja el tipo de santidad
que quiere para ti. Él te conoce y te
ama, déjate llevar sin condiciones, e invoca a tu santo patrono. ¡Qué
importante es tener un nombre cristiano y tener un santo protector a quien
invocar con devoción!
No necesitas hacer grandes penitencias o grandes obras para ser santo. Basta que cumplas fielmente tus obligaciones de cada día con amor.
“Hay que santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar a los demás con el trabajo” (ib. 55). Por eso, “vive tu vida ordinaria, trabaja donde estás, procurando cumplir los deberes de estado. Sé leal, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Sé mortificado y alegre. Ése será tu apostolado” (Amigos de Dios 273).
Pregúntate a cada instante como aquella abuelita: “Esto que voy a hacer ¿le gustará a Jesús? ¿Qué haría Jesús en mi lugar?” Si te hicieras estas preguntas frecuentemente, podrías ver las cosas de distinta manera y no desde un punto de vista demasiado humano y egoísta.
LA SANTIDAD ES AMOR: Piensa en amar y en hacerlo todo con amor y por amor, es decir, en convertir todas tus obras en amor. Trabaja con amor y ofrécelo todo con amor.
NECESIDAD DE LA ORACIÓN: Un pecador que quiera ser santo, lo primero por donde debe empezar es por la oración sincera de todos los días. La oración es amor y, si no hay comunicación personal con Dios, aunque hayamos estado “en oración”, hemos estado “sin oración” y sin amor, con el alma vacía. Eso es lo mismo que ir al comedor y no comer. Si no comemos, si no oramos, porque no tenemos tiempo o por lo que sea, ¿qué podemos esperar? Ojalá que tú hagas de tu vida una continua oración y no sólo en los tiempos establecidos, porque toda la vida debe ser un acto continuo de amor a Dios. A veces, es fácil decir pequeñas jaculatorias: “Jesús, yo te amo, yo confío en Ti” u otras parecidas, diciendo con frecuencia: “Señor, por tu amor”.
BUSCA EL SILENCIO Y EVITA EL RUIDO: Parece que en muchos hogares, ha hecho entrada triunfal el ruido. Se evita a toda costa el silencio y se llenan los tiempos libres con el televisor, el internet. Muchos huyen del silencio. Y así nunca tienen tiempo para leer, para pensar o para orar. Pero una cosa muy distinta es hablar de Dios y otra es hablar con Dios. Si quieres ser santo, tampoco desprecies la ayuda que Dios te quiere dar por medio de María. Invócala como a una Madre cariñosa, conságrate a Ella, ofrécele cada día el Santo Rosario, y así sentirás palpablemente su protección y su amor de Madre. Consagrarte a María y por María conságrate a Jesús, para hacer de Jesús el centro de tu vida. Jesús te espera siempre como un amigo en la Eucaristía. Dile que lo amas con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser. Entrégate a Él en cuerpo y alma. Ríndete a sus pies, porque Él es tu Dios.
No necesitas hacer grandes penitencias o grandes obras para ser santo. Basta que cumplas fielmente tus obligaciones de cada día con amor.
“Hay que santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar a los demás con el trabajo” (ib. 55). Por eso, “vive tu vida ordinaria, trabaja donde estás, procurando cumplir los deberes de estado. Sé leal, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Sé mortificado y alegre. Ése será tu apostolado” (Amigos de Dios 273).
Pregúntate a cada instante como aquella abuelita: “Esto que voy a hacer ¿le gustará a Jesús? ¿Qué haría Jesús en mi lugar?” Si te hicieras estas preguntas frecuentemente, podrías ver las cosas de distinta manera y no desde un punto de vista demasiado humano y egoísta.
LA SANTIDAD ES AMOR: Piensa en amar y en hacerlo todo con amor y por amor, es decir, en convertir todas tus obras en amor. Trabaja con amor y ofrécelo todo con amor.
NECESIDAD DE LA ORACIÓN: Un pecador que quiera ser santo, lo primero por donde debe empezar es por la oración sincera de todos los días. La oración es amor y, si no hay comunicación personal con Dios, aunque hayamos estado “en oración”, hemos estado “sin oración” y sin amor, con el alma vacía. Eso es lo mismo que ir al comedor y no comer. Si no comemos, si no oramos, porque no tenemos tiempo o por lo que sea, ¿qué podemos esperar? Ojalá que tú hagas de tu vida una continua oración y no sólo en los tiempos establecidos, porque toda la vida debe ser un acto continuo de amor a Dios. A veces, es fácil decir pequeñas jaculatorias: “Jesús, yo te amo, yo confío en Ti” u otras parecidas, diciendo con frecuencia: “Señor, por tu amor”.
BUSCA EL SILENCIO Y EVITA EL RUIDO: Parece que en muchos hogares, ha hecho entrada triunfal el ruido. Se evita a toda costa el silencio y se llenan los tiempos libres con el televisor, el internet. Muchos huyen del silencio. Y así nunca tienen tiempo para leer, para pensar o para orar. Pero una cosa muy distinta es hablar de Dios y otra es hablar con Dios. Si quieres ser santo, tampoco desprecies la ayuda que Dios te quiere dar por medio de María. Invócala como a una Madre cariñosa, conságrate a Ella, ofrécele cada día el Santo Rosario, y así sentirás palpablemente su protección y su amor de Madre. Consagrarte a María y por María conságrate a Jesús, para hacer de Jesús el centro de tu vida. Jesús te espera siempre como un amigo en la Eucaristía. Dile que lo amas con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser. Entrégate a Él en cuerpo y alma. Ríndete a sus pies, porque Él es tu Dios.
Ofrezcamos a nuestro Padre Dios todo lo que hacemos y todo lo que somos
y tenemos, y digámosle muchas veces para hacer de nuestra vida una continua
oración o un acto continuo de amor. Vive
el presente con amor y dile a Jesús con cada respiración y cada latido de tu
corazón: "Jesús, yo te amo".
LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS.- La común unión con los ángeles, los santos del cielo y las almas del purgatorio, es la unión entre la Iglesia peregrina de la tierra, la Iglesia purgante del purgatorio y la Iglesia triunfante del cielo.
LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS.- La común unión con los ángeles, los santos del cielo y las almas del purgatorio, es la unión entre la Iglesia peregrina de la tierra, la Iglesia purgante del purgatorio y la Iglesia triunfante del cielo.
Todos estamos unidos en Cristo. Por eso, la comunión eucarística con
Cristo debe llevarnos a vivir esta comunión con la Iglesia total.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica "Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros" (Cat 947). Esto quiere decir que "el menor de nuestros actos hecho con caridad, repercute en beneficio de todos los hombres, vivos o muertos. Y todo pecado daña esta comunión" (Cat 953). Por eso, pedir ayuda a tanta gente buena de la tierra y a los ángeles y santos del cielo, incluso a las almas del purgatorio, nos puede ayudar enormemente en nuestro progreso espiritual.
a) Los ángeles.- ¡Qué importante es, para nosotros, la ayuda de los ángeles! Los ángeles son nuestros defensores, consejeros, consoladores y amigos inseparables. Recuerda que estás rodeado de ángeles, que te aman y quieren ayudarte.
b) Los santos.- Los santos del cielo son nuestros hermanos mayores, que ya viven en la felicidad plena de Dios. ¡Qué importante es pedir su ayuda e intercesión, empezando por Nuestra Madre la Virgen María! Ellos siguen amándonos y preocupándose de nosotros. De los santos recibimos abundantes bendiciones. Pidamos a Jesús que nos una a todos los santos del cielo para que lleven nuestro nombre en su corazón y amen y adoren a Dios también en nuestro nombre.
c) Las almas del purgatorio.- Nuestra unión espiritual llega también al purgatorio. Estas almas pueden ayudarnos, y nosotros podemos y debemos ayudarlas con nuestras oraciones y sufrimientos, y, en especial, con misas. Pensemos que hay una común unión extraordinaria entre los familiares vivos y los difuntos. ¡Cuánto bien hacen a sus familiares los difuntos buenos, ya desde el purgatorio! Se dan casos de la conversión y acercamiento a Dios de familias enteras a la muerte de la madre. Una buena madre es una bendición de Dios para todos sus descendientes hasta el final de los siglos.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica "Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros" (Cat 947). Esto quiere decir que "el menor de nuestros actos hecho con caridad, repercute en beneficio de todos los hombres, vivos o muertos. Y todo pecado daña esta comunión" (Cat 953). Por eso, pedir ayuda a tanta gente buena de la tierra y a los ángeles y santos del cielo, incluso a las almas del purgatorio, nos puede ayudar enormemente en nuestro progreso espiritual.
a) Los ángeles.- ¡Qué importante es, para nosotros, la ayuda de los ángeles! Los ángeles son nuestros defensores, consejeros, consoladores y amigos inseparables. Recuerda que estás rodeado de ángeles, que te aman y quieren ayudarte.
b) Los santos.- Los santos del cielo son nuestros hermanos mayores, que ya viven en la felicidad plena de Dios. ¡Qué importante es pedir su ayuda e intercesión, empezando por Nuestra Madre la Virgen María! Ellos siguen amándonos y preocupándose de nosotros. De los santos recibimos abundantes bendiciones. Pidamos a Jesús que nos una a todos los santos del cielo para que lleven nuestro nombre en su corazón y amen y adoren a Dios también en nuestro nombre.
c) Las almas del purgatorio.- Nuestra unión espiritual llega también al purgatorio. Estas almas pueden ayudarnos, y nosotros podemos y debemos ayudarlas con nuestras oraciones y sufrimientos, y, en especial, con misas. Pensemos que hay una común unión extraordinaria entre los familiares vivos y los difuntos. ¡Cuánto bien hacen a sus familiares los difuntos buenos, ya desde el purgatorio! Se dan casos de la conversión y acercamiento a Dios de familias enteras a la muerte de la madre. Una buena madre es una bendición de Dios para todos sus descendientes hasta el final de los siglos.
d) Los hombres de la tierra.- Nuestra común unión también se da estrechamente entre los hombres que vivimos en la tierra. Por eso, es muy importante pedir ayuda espiritual a otras personas y rezar por ellos. La oración, decía San Agustín, es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios. ¡Cuántas gracias habremos obtenido de otros que hayan orado por nosotros, incluso en siglos pasados o que rezarán en siglos venideros, y Dios nos ha dado las bendiciones de sus oraciones! ¡Cuántos milagros se pueden conseguir con la oración por los demás! Cada oración, cada acto de amor, cada obra buena o sacrificio, tiene un gran valor para la eternidad. No los desperdicies, ora mucho y acepta tus sufrimientos en unión con los sufrimientos de Cristo por la salvación de los demás.
CONFIANZA TOTAL.- La confianza total en Dios es condición indispensable para ser santos y crecer en el amor de Dios. Confiar en Él, sin condiciones, es la mayor alegría que podemos dar a nuestro Padre Dios.
Ser santo, pues, significa estar dispuestos en cualquier momento, a
hacer la voluntad de Dios. Es estar siempre “listos”, estar dispuestos a lo
impredecible de Dios, que nos puede llamar a cualquier hora y en cualquier
lugar sin consulta previa. ¿Estás preparado? ¿Alguna vez le has dicho con
sinceridad: “Me entrego a ti totalmente y para siempre”? Recuerda que Dios
tiene buena memoria y lo toma en serio. ¿O tú ya te has olvidado? ¿O lo dijiste
por decir, sin ningún compromiso? Job decía: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó,
¡Bendito sea el nombre de Dios!” (1,21). “Aunque Él me matara, seguiría
confiando en Él” (13,15). Y Jesús le decía a su Padre: “Que no se haga mi
voluntad sino la tuya” (Lc 22,42).
UNA IGLESIA MÁS CONTEMPLATIVA,
MÁS SANTA, MÁS MISIONERA
En el concilio Vaticano II, en la Constitución "Lumen gentium",
todo el capítulo V está dedicado a la vocación universal a la santidad. Y dice
en concreto: “Quedan invitados, y aun obligados, todos los fieles cristianos a
buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado”
(Lumen gentium n° 42).
Todos los creyentes
están llamados, por el bautismo, a la santidad. El Concilio Vaticano II, en la
constitución dogmática turnen gentium, subraya que la vocación universal a la
santidad consiste en la llamada de todos a la perfección de la caridad.
Santidad y misión son aspectos inseparables de la vocación de todo bautizado.
El esfuerzo por llegar a ser más santos está estrechamente vinculado al
de difundir el mensaje de la salvación. "Todo fiel -recordé en la
Redemptoris missio- está llamado a la santidad y a la misión" (n. 90).
Contemplando los misterios del Rosario, el creyente se siente impulsado a
seguir a Cristo y a compartir su vida hasta poder decir con san Pablo: "Ya
no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Cal 2, 20).
Una Iglesia misionera tiene que entenderse como "una Iglesia que
narra y testimonia a Cristo", algo que no es exclusivo de los católicos,
sino que forma parte de la identidad de todos los cristianos. "El secreto
de la misión es trabajar, fijar la mirada en María y rezar con el
Rosario". La necesidad de una Iglesia más CONTEMPLATIVA, SANTA Y MISIONERA.
La Misión es, de hecho, parte crucial del itinerario de cada Comunidad cristiana: "La Iglesia es misionera por su propia naturaleza ya que el mandato de Cristo no es algo contingente y externo, sino que alcanza al corazón mismo de la Iglesia. Por esto, toda la Iglesia y cada Iglesia es enviada a las gentes" (R.Mi. 62). De hecho, el mandato misionero ha sido la preocupación de Jesús antes de su definitiva vuelta al Padre. En Galilea, durante la cita final con los apóstoles, después de la resurrección, Jesús mandó: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28, 19-20). Es éste el testamento que el Señor ha consignado a la Iglesia, y que la Iglesia ha vivido durante los dos mil años de su historia. Así, obedeciendo al Señor Jesús, e impulsados por el Espíritu Paráclito, los primeros discípulos del Señor han caminado por las vías de la Misión en todas las direcciones del mundo conocido. Durante estos veinte siglos, filas de mártires han permanecido fieles, en el tiempo de la prueba, a la Buena Nueva
Sta. Teresita y San Francisco Xavier, PATRONOS DE
LAS MISIONES, ejemplos de Santificación en Comunidad.
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS de Lisieux.
En los escritos de Santa Teresa del Niño Jesús encontramos ejemplos de Santidad:
«Siempre he sentido el deseo -escribe Teresa- de llegar a ser santa.
Pero, ¡ay!, cuando me comparo con los santos, veo que entre ellos y yo existe
la misma diferencia que hay entre las altas montañas cuya cima está más allá de
las nubes y el grano de arena pisoteado por los transeúntes. En lugar de desalentarme
pienso: Dios nuestro Señor no inspira deseos irrealizables.»
«Entonces pensé: Dios nuestro Señor no inspira deseos irrealizables;
puedo, por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad. ¿Qué hacer?
Crecer me es imposible; debo resignarme a ser tal cual soy, con mis
innumerables imperfecciones, pero quiero encontrar el medio de ir al cielo, por
un camino muy recto, muy corto, un camino enteramente nuevo. Estamos en el
siglo de los inventos; ya no hay que tomarse el trabajo de subir los peldaños
de una escalera: un ascensor los reemplaza con ventaja. ¡Yo quisiera encontrar
un ascensor para elevarme hasta Jesús!, pues soy demasiado pequeña para subir
la empinada cuesta de la perfección.»
El Papa Pío XI, en 1927 declara Patrona de todas las
Misiones católicas del mundo a esta jovencita muerta a los 24 años, que no
salió de su país ni de su convento, que
ofreció su vida en holocausto de amor a Dios, por la santificación de los
sacerdotes y la conversión de los que aún no aman a Cristo como hay que
amarlo. Su fiesta se celebra el 1 ° de
Octubre. Dijo Teresita:
"Quisiera ser misionera ahora y siempre y en todas las misiones". Fue proclamada santa el 17 de Mayo de 1925.
SAN FRANCISCO JAVIER
El testimonio de Javier aparece escrito, tal y como él mismo lo sintió
al escribir a sus compañeros de París: "Muchas veces me mueven
pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que
tiene perdido el juicio, y principalmente a la Universidad de París, diciendo en la Soborna a los que tienen más letras que voluntad para disponerse a fructificar con ellas: cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia
de ellos...". Estas palabras reflejan el ímpetu apostólico de
Javier y su celo evangelizador, de ahí sus llamadas incesantes y su insistencia
en la responsabilidad misionera.
El Papa Gregorio XV lo canonizó, y en 1904 Pío X, lo nombró Patrono
Universal de las Misiones a este Sacerdote Jesuita del Siglo XVI, quien fue el
gran apóstol de los tiempos modernos, como San Pablo lo fue de los antiguos. Misionero de soberana grandeza. Fue el gran conquistador de Oriente, que iba
abriendo camino a un ejército de misioneros. Fue el gran apóstol de la India, Oceanía,
Japón y China en sus viajes como misionero y fue un visionario en su tiempo,
sobre todo con respecto a la Inculturación del Evangelio en las culturas
orientales, nos pasman sus obras
portentosas. Su fiesta se celebra el 3
de Diciembre
San
Francisco Javier, la
Iglesia lo ha propuesto junto con Santa Teresa del Niño Jesús, como
intercesores de la acción misionera de la Iglesia.
La Vida de
San Francisco Javier es una de las aventuras misioneras más atrayentes de todos
los tiempos. Francisco Javier tuvo un corazón eminentemente misionero: su amor
absoluto a Dios y su celo evangelizador hacen de él un apóstol extraordinario,
un verdadero "testigo y maestro de la misión".
COMPROMISO: Dios te ama así como eres. No te compares con los demás para devaluarte
o para creerte superior. Levántate de
tus cenizas y de tus pecados. Levanta
la cabeza y mira hacia el cielo. Allí
te espera tu Padre Dios y cuenta contigo para salvar al mundo. Sé humilde y servicial con todos. Sé amable, procura hacer felices a cuantos
te rodean. Sé instrumento del amor de
Dios para los demás. Que el amor sea la
norma suprema de tu vida y que, por amor, des tu vida entera al servicio de los
demás. Y tu Padre Dios se sentirá
orgulloso de ti y te sonreirá en tu corazón y sentirás su paz y felicidad
dentro de ti. No temas. Jesús te
espera en la Eucaristía para ayudarte y nunca te abandonará. María es tu Madre y vela por ti. Los santos son tus hermanos. Y un ángel bueno te acompaña. Tú tienes que cumplir tu misión y ser santo,
cumpliendo tu misión con las cualidades que Dios te ha dado: No envidies a nadie. No sueñes con otras misiones, no te sientas triste por no tener lo que tú
quisieras “humanamente hablando”.
Así que está claro que puedes ser santo. Dios lo quiere ¿y tú? No digas
que no tienes las cualidades necesarias. No digas que Dios no te ha llamado. No
has venido al mundo por casualidad. Él
te ama con un amor personal. Él te conoce por tu nombre y apellidos. Él quiere siempre lo mejor para ti y sigue
soñando maravillas en tu vida.
¿Lo vas a defraudar en sus planes divinos?
¿Crees que no vales nada?
¿Crees que todos los demás valen
más que tú?
ORACION: Y dile ahora:
"Jesús de mi vida y de mi corazón, en este momento de mi vida, quiero darte mi corazón entero. Mi corazón es para Ti y solamente para Ti. Por medio de María me consagro a Ti y quiero que Tú seas el Señor y el Rey de mi vida. Te amo, Jesús, y quiero amarte sin cesar todos los días de mi vida. Todo mi amor para Ti. Amén”.
"Jesús de mi vida y de mi corazón, en este momento de mi vida, quiero darte mi corazón entero. Mi corazón es para Ti y solamente para Ti. Por medio de María me consagro a Ti y quiero que Tú seas el Señor y el Rey de mi vida. Te amo, Jesús, y quiero amarte sin cesar todos los días de mi vida. Todo mi amor para Ti. Amén”.
Canto: Misionero del CD CONAMI 2005
Despedida: Invitarlos para el próximo mes de diciembre
reflexionaremos acerca de: “Ser como Juan Diego discípulo y misionero en nuestra comunidad”
Libro de trabajo DOMUND 2003, 2004.
Una iglesia más contemplativa, más santa, más misionera
La Santidad.- Adaptación tomada
de la Primera Parte del libro Hacia la Santidad
Por: P. ángel Peña O.A.R. | Fuente: Catholic.net
Por: P. ángel Peña O.A.R. | Fuente: Catholic.net
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